Tuesday, October 18, 2005

El Padre Hurtado y la DCU


Sin duda alguna, y más que merecido, este es el año del Padre Hurtado. Por fin la jerarquía católica le dará el reconocimiento que el pueblo chileno por unanimidad le dio hace mucho tiempo ya. Sin importar sensibilidad religiosa, color político u opinión personal, Alberto Hurtado Cruchaga se instaló en nuestras percepciones de patriotismo y amor al prójimo. Sin embargo, no ha dejado de llamarme la atención una especie de miopía frente a la grandísima obra del padre. Se ha centrado toda su entrega en un aspecto caritativo, el cual en todo caso es importante y fundamental en su espíritu de entrega, pero se han abandonado otras directrices que deben servirnos de modelo para encontrar la espiritualidad, en el caso de los católicos, y de ser mejores personas trabajando por un mejor país, mensaje para todos los chilenos.

A continuación quisiera referirme a cuatro aspectos de su obra, y como la DCU debe tomarlas, interiorizarlas y seguirlas como un modelo político de vocación cristiana, pero más que nada de entrega.

Santo Alberto Hurtado Solidario. Como decíamos en un comienzo, Alberto Hurtado ha sido conocido en su dimensión más caritativa, pero éste es sólo un aspecto englobado en la solidaridad que lo caracterizó. El famoso Hogar de Cristo no fue ni el comienzo ni la parte cúlmine de su obra, sino que una instrumentalización que previó para poder socorrer aquellos donde más veía a la cara de Cristo: los pobres. En 1946 asiste a un retiro de señoras, y una de alta sociedad le ofrece sus joyas para ayudar a los más desposeídos, de donde nace la idea. 3 años después se fundaría. Pero recordemos que el no buscó que los más afortunados donaran, sino que lo que quería era que se empaparan de la realidad del resto. Que fueran parte del proceso socializador. Por eso en 1920 , sin haber entrado a la Universidad siquiera, hacía clases, y en 1951, un año antes de morir, trabajaba como cura-obrero en una salitrera. Debemos tomar ese ejemplo, de no sólo teorizar sobre los problemas, de crear soluciones creativas desde fuera, sino que de empaparnos, de conocerlos, de estar con ellos, con los problemas, con lo que queremos cambiar, con lo que es una piedra de tope en un Chile mejor.

Santo Alberto Hurtado Obrero. Por diferentes razones es el lado de su obra más olvidada. Fundador de la Asociación Sindical Chilena, fue quien entendió con ojos de cristiano que este sistema era injusto, que suponía el acomodamiento de unos por medio del sufrimiento de muchos otros. Fue quien vio en la clase trabajadora, la esforzada, a Cristo carpintero. Quien supo de injusticias, quien quiso cambiarlas, y trabajó por cambiarlas, no como un superior, sino que como uno más. Ese debe ser un Norte para la DCU. Tenemos la suerte de estar en la Universidad, de gestarnos acá, pero eso también significa un deber, uno de no quedarnos dormidos, de no olvidar porque trabajamos. Queremos un Chile mejor, y ese no se encuentra acá, sino que allá fuera, en la mayoría. Trabajemos con el obrero, hablemos de sindicato, no nos quedemos en un discurso fácil y vacío.

Santo Alberto Hurtado Reflexivo. Hoy en día la Revista Mensaje debe ser el único medio nacional que realmente plantea reflexión y debate serio, responsable. Con 12 publicaciones a sus espaldas, tocó la conciencia de muchos con “¿Es Chile Un País Católico?”. Entendió más que nadie la pausa ignaciana, pero llevada a su plenitud, en una forma de vivir, de pensar la realidad, de cambiarla con el pensamiento. De tomar el lápiz, y escribir concientemente, querer transmitir un mensaje poderoso y trascendente. No debemos olvidarnos de eso. Tenemos que tomar los textos, leerlos, releerlos, cuestionarlos, debatirlos, volver a escribir, pensar un Chile mejor, saber y querer saber mucho, y eso luego ponerlo a disposición.

Santo Alberto Hurtado Político. 1922, recorre Chile en campaña del Partido Conservador. 1943, en el Teatro Caupolicán es ovacionado por 10 mil jóvenes. El Padre Hurtado entendió más que nadie que la transformación no está en las iglesias, sino que hay tomar la realidad para poder cambiarla. Supo que el poder no era malo, sino que era útil, muy útil, para luchar por lo que quería. Que el reino de Dios no se haría de forma pasiva, sino que activamente, construyendo, luchando por eso. Nosotros debemos saber captar esto más que nada. Debemos querer el poder, luchar por él, pero no por ambición, sino que por nuestras convicciones , por lo que creemos, por un Chile mejor. No podemos temerle, sino quererlo.

Este 23 de octubre, como cristianos, como políticos, como personas y como chilenos, sintamos con fuerza ese orgullo que nos caracteriza, como una realización esperada.


Pedro Pablo Errázuriz, DCU Derecho UChile.